La acción está mucho más relacionada con el mundo afectivo del que solemos admitir.

Al hablar de didáctica, hacemos una especial mención a metas u objetivos de aprendizaje. Parece que al hablar de objetivos de aprendizaje racionalizamos la necesidad de aprender y podemos tener una aproximación objetiva a las acciones. Pero esto es un vestigio del conductismo, todavía tan presente en nuestra concepción de la educación escolar.

Nada se convierte en objetivo (personal) de aprendizaje sin que el aprendiz ponga en su logro un interés o un deseo. Podrá ser más intrínseco o extrínseco, pero sin necesidades, deseos, impulsos… no hay objetivos de aprendizaje.

En ningún caso este planteamiento se opone a la razón o la inteligencia, al contrario, la inteligencia humana convierte los deseos en proyectos, que nos permiten dirigir la acción. Pero, sin educación sentimental, los objetivos de aprendizaje son papel mojado, palabras en una programación, naturaleza muerta.

Naturaleza muerta, de Jean Baptiste Chardin