Para desarrollar buenas ideas, más allá de cualquier método, modelo, herramienta o proceso, es imprescindible centrarse en las necesidades de los alumnos y de los docentes.

Pero, para producir cambios con estas ideas, lo que es determinante es materializar estas ideas y experimentar con ellas. Nada te ofrecerá más perspectivas diferentes, datos reales, oportunidades de aprendizaje… que la reflexión sobre las acciones. Cuanto antes te pongas a hacer, más oportunidades tendrás de alcanzar tus objetivos o, naturalmente, de proponer otros, rectificarlos o desestimarlos. Innovar está en el mundo de las acciones, no en el mundo de las ideas.

Naturalmente, el error es inevitable y necesario, por ello las primeras acciones de experimentación se deben hacer de forma cuidadosa, con las mínimas energías necesarias, con los agentes motivados y en un entorno seguro para asumir los mínimos riesgos.

Esto significa prototipar asumiendo riesgos antes de escalar. Quiere decir “aprender” antes de “transformar” a mayor escala. Quiere decir experimentar correctamente con los entornos y las personas. Justamente por ello, se debe hacer muy bien, con los niños y jóvenes no vale experimentar sin metodología, propósito o fundamento.

No es cierto que en la escuela no se puede “experimentar”: sin experimentar no se puede innovar y aprender. En la escuela hay que innovar y aprender, si queremos transformar la educación. Precisamente por eso hay que hacerlo con criterio y conocimiento.

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